A la mañana siguiente, el ruido en el piso de abajo me despertó de
un sueño profundo. Miré por la ventana y comprobé con tristeza que la nieve
seguía cayendo como en la noche anterior, cubriéndolo todo con su hermoso manto
blanco. Me vestí, apresurada, pensando en lo que ello significaba y en lo mucho
que iba a echar de menos a mi amigo. Haberle tenido a mi lado todo este tiempo,
había sido la mejor de las curas en los últimos años y, ahora que íbamos a
separarnos por primera vez desde que nos conocíamos, el vacío de mi mente se
hacía un poco más profundo. Nunca hubiera pensado que se marcharía tan pronto.
Salí de mi habitación y bajé deprisa por las escaleras hacia el piso inferior, oyendo
voces procedentes del salón.
-… no olvides escribir a menudo- reconocí la apenada voz de Morgan
antes de entrar en la habitación. Era bastante amplia, con una acogedora
chimenea rodeada de sillones oscuros y un pequeño piano de madera en una esquina.
Los tres estaban junto a una de las ventanas, Prudie aferrando el brazo de su
hermano mientras que Morgan mantenía su mirada fija en el suelo. Peter se dio
cuenta de mi llegada y me sonrió antes de acercarme a ellos.
- Siento mucho que tengas que marcharte- me abracé a mi amigo dejando
un par de lágrimas correr por mis mejillas.
- Me voy tranquilo sabiendo que estáis las tres juntas- le di un
beso en la mejilla, y Peter rió, a pesar de la situación- No quiero veros
tristes. Hoy es tu primer día en la escuela, Sue- me sorprendió que pensara en
mí en aquel momento. Hubiese dado cualquier cosa porque me hubiese acompañado
en mi primer día en Oldsense- Volveré antes de que podáis echarme de menos-
Peter dio un último beso a su tía y se agachó, para mirar a los ojos a su
repentinamente muda hermana- Ahora tengo que irme- La pequeña rompió a llorar
con todas sus fuerzas y su hermano tuvo que cogerla en brazos antes de girarse
hacia Morgan- La acompañaré hasta la escuela antes de irme.
- Ten mucho cuidado, hijo mío.
Peter me lanzó una última sonrisa antes de darse la vuelta y salir
de la casa, llevándose a una llorosa Prudie entre sus brazos. Al verle marchar,
sentí una gran gratitud por todo lo que había hecho por mí. Supe que
volveríamos a vernos muy pronto y, para entonces, le demostraría que yo también
podía cumplir mi sueño. Se lo había prometido. La voz de Morgan a mi lado, me
devolvió a la realidad.
- Será mejor que nosotras también nos preparemos para salir-
Morgan se terminó de secar un par de lagrimas con su pañuelo y se dirigió hacia
la chimenea, con intención de avivar el fuego.
En aquel momento, sonó el timbre de la casa y la misma doncella
que nos había recibido la noche anterior, se apresuró a abrir la puerta. Volvió
segundos después, seguida de una chica de más o menos mi misma edad. Llevaba su
largo cabello negro muy liso y suelto sobre su espalda. Se movía con pasos
ligeros y gráciles a pesar de su menudo cuerpo. Aprecié que era bastante guapa,
sobre todo por aquellos grandes ojos negros que parecían tan llenos de vida. Me
sorprendió lo peculiar de su atuendo: una especie de túnica lila con ribetes
oscuros.
-Ah, querida Maya, bienvenida. Te estábamos esperando.- Morgan
ordenó con un gesto a la doncella que se retirara y se acercó a la joven para
darle un abrazo. La chica correspondió a aquel gesto con efusividad antes de
que ambas se giraran hacia mí- Esta es Suzanne Howard, la joven de Londres-
Morgan hizo un gesto para que me acercara y me sorprendí al ver la sonrisa
curiosa en el rostro de la joven, como si ya le hubiesen hablado de mí- Querida,
ella es Maya Dawson, una gran amiga de la familia. -ella me lanzó una sonrisa
radiante cuando nuestras miradas se encontraron y yo no pude menos que
devolvérsela- Maya ha venido a acompañarte hasta la escuela. Yo estoy muy
ocupada con la tienda y estoy convencida de que será una excelente guía.
- Gracias, Morgan. Haré lo que pueda- la voz de Maya era suave y
llena de alegría, como su mirada. Morgan se despidió de nosotras y, tras
desearme suerte, salió del salón con cierta melancolía. Yo, sin embargo, no
podía apartar mi atención de nuestra invitada, alerta ante cualquier reacción
semejante a las del día anterior. Pero Maya me sonreía divertida.
- Estoy acostumbrada a que la gente me mire extrañada, sobre todo por mi ropa…
- Oh, no, no. Lo siento. No es por eso- me sonrojé, avergonzada
por haberla incomodado, aunque ella no parecía molesta, sino divertida. Su
gesto me animó a devolverle la sonrisa- Aunque ahora que lo mencionas, ¿por qué
llevas esa túnica?
- Me encantará contártelo, pero será mejor que salgamos ya o
llegarás tarde a tu primer día en la escuela- seguí la dirección de la mirada
de Maya y reparé en el gran reloj de cuco que colgaba de la chimenea. Tenía
razón, era muy tarde.- Coge algo de abrigo, hace muchísimo frío.
Seguí el consejo de Maya y tomé mi abrigo rojo antes de seguirla
fuera de casa. Ella se había puesto una capa blanca sobre sus menudos hombros,
parecía un duendecillo. Cuando salimos, el frío era tal que parecía ser
invierno y la nieve seguía cayendo suavemente sobre nosotras. Había cuajado más
de lo que había imaginado y dos hombres intentaban retirarla de la entrada de
la casa de Morgan. Maya y yo avanzamos por el sendero, con serias dificultades
para mantener el equilibrio. Este tiempo
es surrealista. La voz de Maya, me sacó de mis pensamientos.
- Llevo esta túnica como símbolo de mi trabajo. Soy algo así como
aprendiz de curandera.
- ¿Curandera?- lo que yo decía. Oldsense parecía estar en otro
mundo distinto al que yo conocía.- Pensé que habían desaparecido hace mucho
tiempo ¿no tenéis médicos?
- Sí, claro, el señor Ford se ocupa de todo el condado de
Oldsense- parecía a punto de echarse a reír por mi comentario, como si la que
viviese en un mundo fuera de toda lógica fuese yo- Aunque eso no significa que
aún quedemos unos pocos que creemos en los bienes que nos da la madre tierra-
Maya me miró esta vez algo más seria desde aquellos enormes ojos negros- La
creencia de que el hombre es capaz de curarlo todo hace que incluso en un lugar
como Ittalanda, donde siempre se ha confiado con los ojos cerrados en la
naturaleza, se recele de nosotros.
-La medicina del hombre no pude curarlo todo- mi interrupción hizo
que Maya me mirase fijamente, intentado comprender mi brusca respuesta. Desde
el día del accidente, desde aquel día en que visité el lugar donde lo perdí
todo, desde ese día en que me derrumbé en la que se había convertido en la
tumba carbonizada de mis padres, el día en que comprendí con horror que jamás
volvería ser la misma, que me había perdido a mi misma quizás para siempre,
había decido no compartir la pérdida de mis recuerdos con nadie. May había
respetado mi decisión y, como en Londres nadie excepto ella me conocía, no me
vi obligada a revelarle la verdad a nadie. Ni siquiera había compartido las
secuelas del incendio con Peter. Mi amigo me había preguntado en varias
ocasiones por mi vida pasada, pero lo que me había contado mi tía me bastaba
para contestar con brevedad a sus dudas. El vacío de mi mente, aquella horrible
sensación de haber traicionado a mis padres olvidando sus rostros y, sobre
todo, la compasión que había visto al abrir los ojos en la clínica torturando
el rostro de mi tía, me habían convencido para tomar la decisión de no
compartir con nadie lo que había significado en realidad aquel incendio. Me
asustaba el pensar en la compasión con la que me mirarían si supieran que, a
pesar de mis diecinueve años, sólo conservaba cinco de ellos en mi memoria.
Supe que no podría soportar aquella compasión en ningún rostro más, porque eso
sería recordarme de por vida lo que había perdido. Y, como no añadí más, Maya
intentó adivinar el significado de mi comentario.
- La vida nos lleva a situaciones para las que, en ocasiones,
somos incapaces de encontrar una salida - en ese momento, la mirada de Maya me
recordó mucho a la forma en que lo hacía Peter, como si pudiera intuir lo que
sentía- Pero siempre las hay, y es nuestro propio camino el que nos hace
encontrar la solución, cuando estamos preparados para afrontarlo.
Miré a mi acompañante, sin entender muy bien sus palabras, sin
entender lo que realmente había intuido en mi mirada aquella joven, así que
decidí desviar de mí el tema de nuestra conversación.
- Y, ¿qué hay de tu familia? ¿Piensan que la medicina es capaz de
todo?
-No tengo familia- iba a disculparme por mi torpeza, pero Maya no
me lo permitió, sonriéndome- Soy huérfana desde que tengo uso de razón. No sé
nada de mis padres. Lo que entonces era el orfanato de Oldsense me recogió y me
trajo aquí- la alegría en el rostro de Maya, a pesar de lo que me estaba
contando, me alivió de nuevo- La vida quiso que ese orfanato se convirtiera
hace un par de años en escuela. Ya no recibe tantos niños como antes, aunque
sigue acogiendo a todos aquellos que acuden a Oldsense sin hogar- asentí,
almacenando el nuevo dato del lugar al que nos dirigíamos- Adah, la curandera
de Oldsense y una de las últimas que queda en Ittalanda, me tomó bajo su tutela
desde que era muy pequeña. Dice que tengo un don- Maya sonrío, halagada- Adah ha
sido siempre como una madre para mí. Que ella decidiese acogerme, que quisiese
enseñarme tantas cosas de nuestro mundo y convertirme en su pupila es lo mejor
que me ha pasado en la vida.
Me di cuenta de que ya habíamos llegado a la plaza, cuando Maya detuvo
nuestra conversación sacándome de la fascinación que me había provocado sus
palabras. Aparté mi atención de su alegre rostro. Me alegró ver que estaba
bastante más concurrida que la noche anterior. Un par de niños correteaban bajo
la nieve en torno a la Diosa de mármol y varias personas paseaban bajo las
galerías que partían del bello edificio del ayuntamiento. Me arrepentí de ese
sentimiento nada más entrar en la plaza, cuando varios de los presentes se
pararon para mirarnos. Intenté fijar mi vista en el suelo, pero había podido
ver sus ojos una mueca de pavor al reparar en mi rostro. Maya se dio cuenta de
mi reacción y aceleró nuestros pasos. Yo la seguí, agradecida, intentado
controlar mi corazón, que latía acelerado por esa situación.
- No te preocupes, me suele pasar a menudo- Maya sonrío,
intentando ser convincente- ya sabes, soy la “rara” del pueblo.
- No creo que esta vez estén mirándote a ti - leí la derrota en
los ojos de Maya, al comprender que no había sido capaz de engañarme, pero yo
sonreí, agradecida porque se hubiese preocupado por mí- Supongo que tendré que
acostumbrarme a que me comparen con una muerta.
Maya no contestó a mi broma, creo que aún estaba asimilando que yo
estuviera al tanto de mi parecido con la joven fallecida. Ambas suspiramos
aliviadas cuando dejamos atrás la plaza. La seguí, en silencio en dirección
hacia el sur. Aquella situación me había hecho pensar en algo, algo que tendría
que haberle preguntado a la joven antes.
- Maya, ¿conocías a Clarice?
- Sí, aunque no personalmente- mi pregunta parecía haberle pillado
con la guardia baja porque su respuesta había salido precitadamente de su boca-
Me crucé con ella en un par de ocasiones. Mi opinión es que no os parecéis
tanto- agradecí los intentos de Maya por suavizar el tema, aunque supongo que
se me notó en la mirada que esa situación me preocupaba de verdad- Fue un duro
golpe para Oldsense, no sólo por la pérdida de Clarice y su padre. El accidente
y las circunstancias… el misterio es lo que más le gusta a la gente.
-¿Qué quieres decir?
Maya dudó, claramente arrepentida por haber hablado demasiado, sus
ojos brillaban evaluando sus palabras.
- No se sabe con exactitud cómo ocurrió, ni el motivo por el que
el coche se precipitó al vacío.
- ¿Insinúas que podría haber algo más detrás de ese accidente?
- Insinúo que el misterio es malo para las aburridas gentes de un
pueblecito en el que nunca pasa nada extraordinario- comprendí que Maya
intentaba apartar el asunto de mi mente y quizás era eso lo que debía hacer.
Pero sentía mucha curiosidad por la joven Clarice. Y cuanto más conocía de
ella, más interés tenía por saber todo lo que estuviera relacionado con la vida
de una joven que, según decían, tanto se parecía a mí.- El aburrimiento es malo
para la mente. Crea auténticos monstruos.- miré a Maya, intentando hacerle
caso, a pesar de que disimulaba la gravedad del tema bajo una amplia sonrisa- Cuanto
antes dejemos atrás el pasado, antes podremos superarlo. No podemos quedarnos
anclados en una historia que ocurrió hace cinco años.
Iba a responder pero Maya se detuvo ante un imponente edificio
gris y supe que habíamos llegado. Las preguntas que se empezaban a formar en mi
mente fueron desplazadas por un profundo sentimiento de tristeza. Aquel
edificio parecía a punto de desplomarse de un momento a otro. Como había dicho
antes Maya, el antiguo orfanato de Oldsense no atravesaba por sus mejores
momentos. El edificio debió de ser imponente en el pasado. Tenía dos plantas,
construidas en piedra de líneas rectas y formas macizas, incluso recordaba a
las antiguas fortificaciones medievales. Pero las grietas y la hiedra crecían a
su antojo por la desgastada fachada de piedra. Se accedía al edifico por un
amplio patio de entrada rodeado por una vieja verja tras la que, oxidados e
irreconocibles, descansaban antiguos columpios de metal que supuse, los niños
habían usado en los tiempos en los que ese lugar aún no había sido torturado
por el incansable paso del tiempo y el abandono.
-¿Qué ha pasado?
- Es difícil de soportar el tiempo de Oldsense- los negros ojos de
Maya se perdían en algún lugar de aquellos muros, su voz casi se había
convertido en un susurro, aunque comprendí que se refería al mismo tiempo que
me hacía tiritar de frío desde que habíamos salido a la calle, a pesar de ir
abrigada tras mi grueso abrigo rojo- Es como si en estos últimos años, se
hubiese vuelto loco. Eso sin contar los temblores de tierra. Surgen a veces,
sin avisar.
Terremotos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, entre asustada por el nuevo
dato y congelada por el horrible frío. Intenté no pensar en ello. No era el
mejor momento para dejarse llevar por el pánico.
- ¿Por qué no hacen nada por arreglar el edificio?
Maya iba a contestarme, pero la vieja puerta de la escuela se
abrió con un desagradable chirrido y un hombre anciano y robusto, vestido con
un elegante traje negro y bombín, de porte altivo, se dirigió hacia nosotras,
seguido de una mujer de avanzada edad y abrigada con un grueso abrigo negro.
Los recién llegados me miraron fijamente, aunque ambos controlaron la expresión
al detenerse en mi rostro. Debían de haber sido alertados sobre mi llegada:
- Son el alcalde y la directora de la escuela- me susurró Maya
antes de que pudieran llegar hasta nosotras.
- Buenas días, señoritas – el alcalde nos sonrió y me tendió su
mano de inmediato al alcanzarnos- Usted debe ser la señorita Howard, es un
placer conocerla. Mi nombre es Geoff Hamilton, alcalde de Oldsense.
- Es un placer- la mujer me miraba, muda, como si estuviese memorizando
mi rostro. El fuerte apretón de manos del alcalde devolvió mi atención a su
rostro. Aquel hombre parecía realmente cansado.
- Discúlpeme, pero no pude evitar oír su último comentario, acerca
de nuestra escuela. He de decirle que llevo mucho tiempo intentando ocuparme de
restaurar este edificio, además de otros temas incluso más urgentes, con los
que ahora no las quiero aburrir- el alcalde hablaba deprisa, realmente
preocupado- Pero, lamentablemente, no puedo tomar ninguna decisión sin la
aprobación de Lord Herzen. O, mejor dicho el conde de Oldsense- el pobre anciano
intentaba remarcar la importancia de unas obligaciones sin cumplir, y yo le
sonreí, haciéndome cargo de su preocupación- y me temo que en estos momentos no
está para recibir a nadie.
Las palabras del señor Hamilton me recordaron las conversaciones
con Peter en nuestro viaje. Los Tres Lores, los máximos representantes de
Ittalanda. Peter me había contado que el Lord de Verlionen residía en Oldsense:
- ¿El conde Herzen sigue enfermo?- el comentario de Maya me
sobresaltó.
- Y creo no va a dejar de estarlo nunca- el alcalde suspiró, no
parecía estar teatralizando. La mujer carraspeó y el anciano se acordó de que
no estábamos solos- En fin, señoritas, no las entretengo más. Que tengan un buen
día.
Mientras el anciano alcalde se alejaba murmurando, la voz de la
anciana vestida de negro, distrajo mi atención:
- Siempre tan entregado. Lástima que no sirva de mucho- mi mirada
se dirigió hacia la mujer. Me miraba con tristeza. Su rostro, lleno de arrugas,
le hacía parecer mayor de lo que realmente era- Encantada de conocerla,
señorita Howard. El señorito Gray me ha hablado muy bien de usted en sus
cartas. Soy Sarah Braun, la directora de esta escuela.
- Encantada, señora Braun. Gracias por permitirme trabajar con
usted.
-Cualquier ayuda es poca. Como tú misma podrás comprobar, hace ya
mucho tiempo que ningún profesor quiere trabajar aquí.- la expresión derrotada
de la anciana fue por instante un fiel reflejo del lugar que dirigía. Intenté
sonreír.
-Eso es un gran error. Oldsense me parece una villa maravillosa.
La anciana elevó su vista hacia la mía, estuvo a punto de sonreír,
pero me conformé con ver que sus ojos parecían algo más animados. Maya rió,
antes de despedirse.
-Bueno, yo me marcho ya- Maya tendió su mano a la anciana
directora y ésta se la estrechó con cariño- Te veré luego, Suzanne.
Agradecí a Maya que me hubiese acompañado y, con una sonrisa y su
capa ondeando tras de sí, siguió los pasos que había tomado el alcalde.
- Pasemos dentro, te presentaré a los niños.
Seguí a la señora Braun hacia el interior del edificio. El
sentimiento de abandono era algo mejor en el interior: las desgastadas paredes
de piedra estaban llenas de horarios de clase y dibujos hechos por los niños y
la gran escalera que comunicaba con el piso superior se conservaba en mejor
estado que la fachada principal. Alguna planta decoraba la entrada. Seguí a la
directora por el largo pasillo que comunicaba con las grandes aulas vacías. La
fría piedra parecía tener algo más de vida iluminada por las velas colgadas en
candelabros en la pared y la poca luz que entraba por las ventanas de aquel día
de nieve. Los tacones de nuestros zapatos retumbaban por el pasillo, provocando
un eco que me hizo estremecer, al sentir la desolación del lugar inundándome
por dentro. Sacudí la cabeza.
- Maya me ha contado que esta escuela era antes un orfanato.
- Así es. Martha, la otra profesora, y yo todavía nos hacemos
cargo de los huérfanos que llegan a Oldsense, aunque sean cada vez menos- Intenté
adivinar el motivo. Este horrible tiempo y el estado del edificio me ponían la
respuesta bastante fácil- Ahora también asumimos las funciones de escuela,
aunque temo que este edificio desaparezca algún día. Las familias prefieren
llevar a sus hijos a un lugar mejor.- nuestros pasos se detuvieron frente a una
puerta cerrada de madera. La directora posó su mano en el pomo- Esta es la
clase de pintura. Los niños están terminando un dibujo que empezaron con Martha
la semana pasada.
Asentí, agradecida, intentando aliviar la melancolía en la mirada
de la pobre anciana, tan triste como el ambiente que se respiraba entre
aquellos muros. Tomé aire antes de que la señora Braun abriese la puerta y me
invitase a entrar. Mi mirada recorrió rápida los pequeños pupitres que se
desperdigaban sin orden por el aula, unos treinta, más o menos, y todos ellos
ocupados por niños que oscilarían entre los seis y los trece años de edad. Si
ellos eran la mayoría de los niños de Oldsense, la mujer tenía razón en afirmar
que la escuela no tenía mucho futuro. Identifiqué a Prudie en uno de los
pupitres del centro y sonreí al comprobar que la niña parecía más animada desde
la última vez que la vi. La directora entró detrás de mí y los niños dejaron
automáticamente de dibujar en la cartulina que había sobre sus mesas para
mirarnos.
- Queridos niños, os presento a vuestra nueva profesora de
pintura, la señorita Suzanne Howard- sentí que enrojecía cuando decenas de pequeñas
miradas se fijaron en mí– Espero que seáis amables con ella y la ayudéis en
todo cuanto podáis.
Algunos de los niños asintieron conformes, otros ya habían
distraído su atención y otros, entre los que identifiqué a Prudie, me sonreían
con cara inocente. La directora se despidió y me lanzó una última sonrisa de
ánimo antes de salir del aula y cerrar la puerta.
- Como ha dicho la señora Braun, es un placer estar aquí con
vosotros- mi corazón latía acelerado, no se me daba muy bien hablar en público.-
La directora me ha dicho que estáis terminando un dibujo- comprobé aliviada que
varios niños asentían, me estaban prestando toda su atención. Sonreí, sintiendo
por primera vez que podía pasarlo realmente bien enseñando a esos niños- En ese
caso, os dejaré el día de hoy para que lo terminéis. Mañana empezaremos con las
clases.
Para mi sorpresa, vi con alivio cómo todos los niños se ponían sin
rechistar a acabar su tarea, acatando mi decisión. Sonreí complacida y me senté
en mi escritorio, junto a la ventana. Eché un vistazo por el rabillo del ojo a
la pequeña Prudie, pero como el resto de sus compañeros, pintaba en aquel momento
muy concentrada en su trabajo. Asentí, más tranquila, me preocupaba que aún
estuviese triste por la marcha de su hermano. Dirigí mi atención a la ventana,
pensando en Peter. Le esperaba un frío y largo viaje hasta Londres y tal y como
él había predicho, la nieve sería su constante compañera. La ventana daba a la
parte trasera del antiguo orfanato, a un gran jardín completamente nevado. Si
no hiciera este frío podría llevar a los niños a pintar al jardín, sin duda
sería una idea maravillosa para la primavera. Aunque con aquellas temperaturas,
ahora dudaba de que volviera a ver el sol de nuevo por lo poco que Maya y
Morgan me habían contado. Ese mismo edificio era un fiel testigo de que me
esperaba un duro invierno. Mientras dejaba que mi mirada se perdiera en la
lejanía del bosque, la conversación con Maya volvió a mi mente y una palabra
con nombre propio acaparó toda mi atención. Clarice.
Las palabras de Maya, aunque no hubiese sido su intención, daban vueltas en mi
cabeza una y otra vez. ¿Era casual que dos personas se parecieran hasta el
punto de ser confundidas? Dos extrañas que, como había dicho Morgan, podrían
pasar por hermanas. El aburrimiento crea
monstruos. Quizás Maya tuviese razón, no tenía por qué darle tantas
vueltas. Pero en ese momento, las últimas palabras de mi nueva amiga cobraron un
escalofriante sentido en mi mente. Cinco
años. Mi corazón dio un vuelco. El mismo año en que la joven Clarice perdía
su vida, yo asistía a la muerte de mis padres y de mis propios recuerdos.
Felicidades, me encanta, me sigue pareciendo una historia preciosa y muy bien escrita. Espero con impaciencia el siguiente capítulo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Marisa.
EliminarNo sabes lo que alegra saber que te siga gustango la historia. Gracias por comentar cada capítulo ;)
Estoy deseando saber como transcurre la vida de Suzanne, esta historia "engancha" cada vez más.
ResponderEliminarMuchas gracias, Ana.
EliminarMe alegra muchísimo que enganche la historia ;) Y gracias por seguir esta historia desde el principio ;)
Hola:
ResponderEliminarSoy seguidora de este blog y Ana me habló de tu interés por despuntar en este dificil mundo de la literatura. La verdad es que me he impreso todo lo que llevas publicado hasta ahora para leerlo en una sola vez y me está encantando. Si algun dia llegas a publicar y encuentro tu libro en una tienda no dudes que lo compraré. Espero que tu sueño se cumpla y verte algun dia, quién sabe? firmando libros en la feria del libro. Si es así iré a que me lo dediques.
Mucho ánimo en esta andadura. Te seguiré leyendo y disfrutando con tu historia.
Mil gracias, Aida.
EliminarNo sabes la ilusión que me ha hecho leer tu comentario ;)
Una de las cosas más maravillosas que me ha permitido este blog es saber de personas como tú: nada me gustaría más que poder ver llegar ese día en el que poder compartir por entero esta historia. Para mi sí que sería un placer poder dedicarte algún día Delirio y conocer en persona a alguien que se ha implicado con tanta ilusión en este sueño.
Ojalá que muy pronto llegue ese día en el que podamos tener Delirio en nuestra estantería ;)
Cada vez mejor ^^ enhorabuena
ResponderEliminarMil gracias, Lucía.
EliminarNo sabes la ilusión que me hace saber que a medida que avanza la historia, Delirio no te ha defraudado ;)
Quiero leer más! Nos das muy poquito... Me encanta la historia y me gusta mucho por donde va ;)
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Roses.
EliminarA mi también me da mucha rabia el que tengáis que leer esta historia tan poco a poco. Me encataría que pudieseis disfrutar por de Delirio. Pero estoy segura de que con vuestra ayuda algún día podré ofreceros mucho más ;)
Sigue siendo genial, me encanta la historia. Espero con impaciencia el siguiente capítulo. Gracias por compartir tu libro con tod@s.
ResponderEliminarMuchas gracias, Martina.
EliminarGracias a vosotros por hacer vuestra esta historia: compartir Delirio con vosotros es más que un sueño cumplido ;)
Es genial,estoy deseando leer el siguiente capitulo.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Esther ;)
EliminarMe hace mucha ilusión que te haya gustado. Muy pronto podrás leer el siguiente capítulo :)
It's getting more and more exciting.Congratulations!We can't thank you enough for sharing your art with us.
ResponderEliminarThank you, Irena ;)
ResponderEliminarSharing this story with all of us is my dream: it could not be possible without you ;)